Antes de pensar como explicar a
los chicos o a nuestros hijos los temas más candentes de nuestro presente,
deberíamos preguntarnos primero qué sabemos de ellos...
Eso pensaba sobre la diversidad.
Un tema del que todo el mundo tiene algo que decir y la mayor parte del tiempo
son cosas vacías y sin explicaciones.
La diversidad como concepto, como
política o militancia tiene mucho que agradecer a las políticas públicas
norteamericanas o sajonas provenientes de los proyectos de multiculturalismo ya
pensados desde la posguerra. Sin embargo, hoy se enuncia el término como una
bandera y no se sabe muy bien de qué, ah, sí, la bandera de la diferencia como
entidad política.
Nadie discute las diferencias,
sino todo lo contrario, nos las hacen sentir cada vez más en un mundo globalizado
o envuelto por los constantes movimientos de personas; otras personas, atacadas
en su originalidad o en su universalidad se lanzan contra lo difente, y de allí
las banderas de defensa de la diversidad.
Todo sería más fácil si nos respetáramos en igualdad, humana, social y por qué no económica también (y no tendríamos de diferencias de clases), además de nacional, de género o gustos.
Todo esto porque en los años
ochenta, como buen artista de su época David Mc Kee cartona con una publicación
para niños llamada "Elmer, the patchwork elephant".
A decir verdad, el libro es
genial, sencillo y de una astucia digna de un adulto. La diferencia de Elmer
frente al resto de los elefantes es que es "multicolor", ¿y? dirán
los niños, a los que de muy pequeños les importa muy poco el color de sus
amigos o compañeros (hasta que más adelante los padres les enseñen a ser racistas,
homofóbicos o sexistas). Sin embargo Elmer se convierte en otro de los éxitos
infantiles, traducido a más de 40 idiomas.
Elmer representa la bandera de la
diversidad para los maestros y educadores entusiasmados todavía en meterlo como
bibliografía obligatoria. Sin embargo, creo que el cuento esconde algo más que
nadie parece resaltar demasiado. Elmer es diferente en cuanto a una percepción
ajena a él mismo. Tanto Elmer como los elefantes que lo rodean son adultos, no
niños, y la diferencia me parece precisamente que los niños comienzan a
"marcar" o a establecer, construir una diferencia, cuando se les
orienta a ello, sino, no tendrían por qué registrarlo y estos casos, como
simplemente una diferencia de color (o traspolado a nuestra sociedad, un acento
diferente al hablar, o un gusto diferente) no debería llevarnos a querer enseñarles
a los niños que somos todos iguales pero que está bien que cada uno mantenga su
individualidad.
La cuestión por demás confusa que
los educadores deberían preguntarse es por que algunas diferencias deben o
pueden ser aceptadas y otras no, ¿de qué depende esta regla de selectividad?
Mucho para decir... no?
De David McKee por otro lado, hay muy poco para leer... es autor de otros títulos además de ilustrador. Me gustó esta imagen de un sobre que mandó él mismo a su editor...
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