lunes, 11 de abril de 2011

La salida necesaria o “There’s only One way-out” (Adam West; Family Guy)


Un amigo me contaba la otra vez un episodio de la serie Mad about you en el momento en que éstos tienen ya el bebé. Salen desesperados por las calles de Nueva York buscando que el bebé se duerma.
Yo pensaba que era un cliché, o algo más de las cosas que te dicen cuando sos mamá novata (atención, no hacer caso a nada, la gente piensa que somos todas unas idiotas, que sí, las hay, pero no somos todas iguales o llevamos nuestra idiotez “con dignidad).
Martín comenzó a llorar de una manera espantosa cuando comenzó con las regurgitaciones. Antes, tenía cólicos, que también lo hacían llorar, pero era más tolerable para él esa molestia. Los reflujos de leche se le hicieron insoportables, como le puede pasar a una persona adulta, y las primeras dos veces de estos ataques de llantos espantosos nos asustamos tanto que a) la primera vez llamamos al médico de guardia a casa y b) la segunda, lo llevamos a un hospital.
Su pediatra fue la que nos informó que eran las regurgitaciones que lo ponían así, de pronto y buaaaaaaaaaaaaaahhhh!!!. Pero no supimos esto hasta que la vimos, es decir unos días despuésm que en la vida diaria de unos papás primerizos suena  a otra eternidad como la de ponerse un écharpe porte bebé, pero peor. A la tercera vez que pasó empezamos a probar cosas que lo calmen… nada funcionaba, cuando ya nos empezamos a angustiar, decidimos abrigarlo y sacarlo a pasear.
Eran las mil y una de la noche, y salimos con el cochecito a dar vueltas, apenas salimos a la calle, se calmó y se durmió.
A partir de ahí, es el mejor remedio de sus crisis con lo cual salimos en momentos inesperados y a horas también inesperadas.
En el último tiempo las salidas son más standard, lo que nos facilita pasear mucho más y él va lo más tranquilo.
Una noche en la que tuve que salir yo sola porque el papá estaba fuera por trabajo, pasaba por la plaza de nuestro Mairie, y vi la punta de la Torre Eiffel. No sé por qué, pero aluciné, en 2 años que vivo aquí jamás había encontrado esa vista de la Torre a la vuelta de casa, brillando allá tan nítida, en el medio de una plaza super calma casi desértica salvo por el par de alcolós que se reúne a beber a esas horas, me iluminó el espíritu. Volví agotada, pero feliz.

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