Me cansa
encontrar desconfianza entre la gente. Antes me molestaba pero ahora me cansa,
me fastidia, me agota. La desconfianza hacia la gente extranjera es algo muy
común. Aún siendo turistas, se los atiende como tales, como gente extraña, que
de tanto en vez se les puede dar una mano pero no siempre.
De todas formas, a veces, me
molesta un poco las caras extrañas cuando te escuchan hablar, y es evidente que
no eres francés porque tu francés tiene un acento particular. Pocas veces me
encuentro con gente que pregunta de donde soy y es, al menos, simpática, con un límite.
Supongo que
estas reacciones hacia lo extraño y hacia el extranjero, inmigrante en potencia,
se tienen en muchos países, dada la situación actual contra la inmigración en
la mayoría de los países que van mas o menos bien o muy bien. De todas formas, me sigue chocando
que nadie sea al menos amable o simpático, y que no piensen que alguna vez pueda
pasarles lo mismo.
Sí, Paris es una ciudad
maravillosa pero realmente no invita a quedarse, lo que una dice, toda una
vida.
Otra de las
cosas que me “enerva” bastante es el prejuicio. Los franceses parecen dar por
hecho que todo el que venga de fuera es inferior en capacidades, comprensión o
habilidad mental, léase piensan siempre, que los extranjeros somos un poco
mínimos, tontos o pobres gentes que venimos de un imaginario general de países horribles
y “atrasados”. Los años de la colonización aún pesan encima de sus cabezas, (aún los más "progresistas" o de "izquierdas") y les cuesta
acercarse o enterarse de nuestras experiencias de vida, y más aún les cuesta
darnos oportunidad de mostrar lo que podemos hacer, porque de buenas a
primeras, somos inferiores para ellos.
Creo que tengo
para 20 posts de experiencias y reflexiones sobre este tema… en fin, lamento pincharle el globo a la
gente que venga y crea aún en el mito de la Ciudad “luz”. Ya seguiré con cosas más alegres esta semana.
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